Oscuro Claro

Eso es lo que se pregunta Fred G. Martin en un reciente artículo publicado en la revista Communications of the ACM titulado “Will massive open online courses change how we teach?” . De ella dos aspectos me parecen relevantes. La primera, el uso que se le dará a las clases presenciales en las diferentes universidades. Si algo están demostrando las MOOC es que las clases magistrales pueden impartirse perfectamente a través de videotutoriales, sin necesidad de que el alumno tenga que molestarse en desplazarse. Dar clases magistrales presenciales perderá todo su sentido en poco tiempo, pero seguiremos teniendo unas enormes estructuras universitarias que se podrán aprovechar para complementar esas clases, y a las que se les podrá dedicar más tiempo. Es ahora cuando llega la verdadera hibridación de clases online-offline.

Hasta ahora el campus virtual ha sido utilizado por la mayoría de profesores como un complemento para establecer algunas comunicaciones con los alumnos, para subir algo de material, y quizá para realizar alguna pequeña actividad de discusión, pero poco más. En cambio, ahora se empieza a desarrollar un sistema en que la parte más importante que había en la enseñanza a nivel presencial se puede trasladar perfectamente a la red.
Y esto no debería verse de otro modo que como una gran oportunidad. Además de la reducción de costes que ocasiona en todos los ámbitos, se puede plantear el aula física de un modo mucho más dinámico: discusión de las clases magistrales, actividades grupales supervisadas por el profesor, mesas redondas, actividades manuales de aprendizaje, trabajar más en las actividades de corte más práctico, y todas aquellas iniciativas que puedan surgir para aprovechar un espacio que no tiene porqué suprimirse.  Es evidente que el número de horas presenciales que podría tener una asignatura se reducirán ostensiblemente, pero esto es algo que no tiene por qué afectar a la calidad de la enseñanza universitaria, al contrario, permite, además de una mayor facilidad para la compatibilización con la vida de cada alumno, unos cursos más completos y enriquecedores.
Un segundo aspecto que se menciona en el artículo estriba en cuál es el sistema más óptimo que puede tener una MOOC para conseguir enganchar por igual a novatos en la materia y a especialistas con mayor formación (cabe comentar que la mayor parte de los MOOC están abiertos a cualquier persona, tenga o no estudios específicos sobre la asignatura que cursa). Ello implica conseguir a la vez que los novatos puedan comprender la materia, pero que ello no afecte a la dinámica de la asignatura en general. En realidad, no es un problema nuevo, ya que en la formación presencial también suele existir cierto choque entre aquellos alumnos que llevan a cabo una dedicación más exclusiva, y aquellos otros que por una u otra razón presentan mayores dificultades, y que obliga al docente a flexibilizar el modo en que imparte el curso.
Este segundo punto probablemente se resuelva en poco tiempo. Las plataformas que están empezando a realizar éste tipo de cursos están tomando buena nota de todo lo que está sucediendo dentro, desde la recogida de gran cantidad de datos para analizar, hasta las aportaciones que los alumnos y los mismo profesores realizan dentro de los foros, que son un hervidero constante de cuestiones que se plantean muchas veces sobre la línea que sigue o debe seguir el curso, cómo se debe impartir, etc. En cierto modo, los que nos hemos incorporado a alguno de estos cursos somos como conejillos de indias, porque gran parte de lo que se desarrolle en estos cursos determinará el modo en que muchas startups de educación ofrezcan la enseñanza. Por la parte que me toca, me siento un privilegiado por tomar parte en toda esta fase de experimentación 🙂

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