Esta mañana tuve la oportunidad de acudir al tentempié en forma de jornada organizado en el ParcBit bajo el título “Ciència: Aprendre a comunicar”, y que se extenderá un poco más durante el primer trimestre de 2013 ya como seminario durante tres días (al que por espero poder acudir si el tiempo y las circunstancias me lo permiten). Así mismo, las aportaciones que hoy han dejado algunos de los ponentes en las tres horas que ha durado la sesión han dejado constancia de la complejidad existente a la hora de procurar que la divulgación científica se pueda llevar a cabo de manera rigurosa.
Entre las muchas cosas que podría destacar de las breves pinceladas expuestas por Gemma Revuelta (profesora de periodismo de la UPF), Patricia Fernandez de Lis (directora de Materia) y Cristian Anglora (fundador de Comkeepers), junto con la mesa redonda dinamizada por Enric Culat (en la que también han participado Claudio Mirasso, Constança Fortessa y Joan Perelló), destacaría el debate formado que gira en torno a la desconfianza con la que se mira tanto la divulgación como la información científica por parte del ámbito académico. Existe cierto recelo en la comunidad científica a la hora de contribuir a que el conocimiento se dé a conocer. La desconfianza viene originada por varios motivos: en primer lugar, parte de la idea de que aquello que pueda exponer no va a ser comprendido; en segundo lugar, que en caso de ser entendido, se tergiversará y moldeará por parte del medio de comunicación hasta tal punto que se perderá el contenido real. Es el miedo a que se pierda el verdadero mensaje el que hace que la relación entre científico y sociedad sea a veces tan distante, como si cada uno estuviera hablando un lenguaje diferente. Surge siempre la duda de hasta qué punto es posible divulgar campos científicos tan complejos y que exigen tanta dedicación para ser comprendidos que rebajarlos a un lenguaje más laxo parece hacer imposible captar la realidad del concepto.
Sea como sea, este miedo, que puede ser comprensible, no debería por ello hacernos renunciar a la posibilidad de comunicar ciencia. El científico debería hacer ese esfuerzo extra por conseguir que sus investigaciones tengan relevancia y impacto social. Y creo que se debe valorar mucho el esfuerzo que hace el periodismo científico por hacer llegar la información al público no especializado, porque la ciencia es sin lugar a dudas el campo que requiere más atención para su comprensión y buena comunicación. No se les puede crucificar tampoco por cometer errores, ni por ese titular un tanto sensacionalista, ni presuponérseles mala fe o mala praxis a la hora de redactar una noticia. Porque precisamente que se hable de ciencia en un lenguaje llano contribuye enormemente a que la ciencia sea un campo apreciado y el científico un personaje respetado por el conjunto de la sociedad. Todos los que investigamos, vengamos de la disciplina que vengamos, deberíamos darle el valor que merece a la divulgación científica, y incluso sentirnos moralmente obligados a dar a conocer ese conocimiento que hemos adquirido para aquellos que tengan interés en conocer sobre un tema con cierto rigor.
Quizá mi postura venga inducida por la propia experiencia, aunque ya desde que inicié mi andadura en la disciplina criminológica quise abordar esa necesidad urgente de llevar a cabo una divulgación en criminología mucho más potente que la habida hasta ahora. Creo que es un esfuerzo que se ve recompensado y reconocido por el que desconoce la materia. Me da igual repetir siempre las mismas frases, y diferenciar entre criminólogo y criminalista, si al final mi mensaje se capta. En el mundo de la música hay cantantes y grupos que se ven obligados a cantar en todos sus conciertos hits de 30 y 40 años atrás, y no se cansan de repetirlos ¿Por qué no debería yo repetir también una serie de conceptos básicos sobre la disciplina que me apasiona? Creo que no es tan exasperante.
Así mismo, desde la comunidad científica tampoco se premia la divulgación. Puntúa publicar papers que solo entiende el mismo autor, pero no se valora el enorme esfuerzo que supone divulgar (incluso a veces percibiéndose de forma negativa desde la comunidad científica).
Creo que el trabajo que realizan muchos científicos en portales como Naukas , o incluso muchos de los colaboradores de Criminología y Justicia, debería tener una consideración mayor a nivel formal. En el tiempo que llevo dirigiendo la publicación he podido comprobar una grave falta de interés por parte de muchos académicos a la hora de divulgar sus conocimientos. Como eso no afecta a su carrera académica, no se molestan siquiera en intentar hacerse entender a un público no especializado. Pero quizá si la divulgación científica fuera una exigencia y no una opción para los más folklóricos, otro gallo cantaría.
Oscuro
Claro