Hoy he caído en una magnífica charla TED del economista Dan Ariely que resume en poco más de 20 minutos hasta qué punto el dinero llega a convertirse en un aspecto secundario a la hora de obtener el rendimiento de un trabajador. En él se desgranan a través de diferentes experimentos cuáles son los aspectos que hacen que la productividad y eficacia de una persona aumente o disminuya, a saber:
- La funcionalidad. Las personas no solo trabajan para ganar dinero. También lo hacen por una necesidad de sentirse útiles dentro de la sociedad. Cuando perciben que el producto de su trabajo no sirve para nada o que su papel no es excesivamente relevante, su motivación, y por ende su productividad en la empresa, descienden considerablemente. Por ello es fundamental que todo empleado sea capaz de identificar su papel y conocer su importancia como empleado, algo que no siempre se consigue cuando éste es tan solo un peón más en la cadena productiva. Ha de ver claramente que sirve para algo.
- La falta de reconocimiento. Como dice Ariely en la charla, “Cuando trituras los esfuerzos de la gente logras que su productividad baje”. Del mismo modo comenta que “Ignorar el desempeño de las personas es casi tan malo como triturar sus esfuerzos frente a sus narices”. No ser capaz de valorar el trabajo de un empleado o menospreciarlo le deja a éste con la misma sensación de inutilidad que en el primer caso, incluso aunque lo que haya hecho llegue a ser valioso para la empresa. Ser capaces de conocer qué hace un trabajador y reconocerle el mérito sobre el trabajo realizado es clave para que ese desempeño en la empresa no decaiga. Las más de las veces solo hay que seguir un paso muy sencillo para que se sienta reconocido: escucharle cuando te muestra lo que está haciendo y atenderle cuando te comenta algún aspecto concerniente a sus funciones.
- La dificultad de su labor. Al contrario de lo que pudiera parecer, un empleado no necesariamente busca tener un trabajo fácil que no le dé muchos quebraderos de cabeza. Al contrario, hay que ser capaces de adecuar las labores de cada empleado a su capacidad para resolver asuntos complejos. Si designamos a una persona con alta cualificación para que realice tareas sencillas lo estaremos matando: pronto terminará aburriéndose de su labor, y lejos de hacerlo bien, no resulta extraño que descienda su eficiencia. En cambio, si se le proponen tareas adecuadas a sus posibilidades, el reto que le supondrá hará que adquiera un mayor valor para él el trabajo en la empresa. Por supuesto, esa asunción de responsabilidades va ligada a sentirse más y a ver que realmente se le reconocen sus capacidades.
Pero no os entretengo más y os dejo aquí el vídeo: