¿Qué tienen en común los siguientes autores? Jonathan Swift. D.-A.-F.de Sade. Georg Christoph Lichtenberg. Charles Fourier. Thomas de Quincey. Pierre-François Lacenaire. Petrus Borel. Christian Dietrich Grabbe. Edgar Allan Poe. Xavier Forneret. Charles Baudelaire. Lewis Carroll. Villiers de l’Isle-Adam. Charles Cros. Friedrich Nietzsche. Isidore Ducasse (Conde de Lautréamont). Joris-Karl Huysmans. Tristan Corbière. Germain Nouveau. Arthur Rimbaud. Alphonse Allais. Jean-Pierre Brisset. O. Henry. André Gide. John Millington Synge. Alfred Jarry. Raymond Roussel. Francis Picabia. Guillaume Apollinaire. Pablo Picasso. Arthur Cravan. Franz Kafka. Jakob van Hoddis. Marcel Duchamp. Hans Arp. Alberto Savinio. Jacques Vaché. Benjamin Péret. Jacques Rigaut. Jacques Prévert. Salvador Dalí. Jean Ferry. Leonora Carrington. Gisèle Prassinos. Jean-Pierre Duprey. Autores cuyo legado cultural y filosófico queda fuera de toda duda, y que se encuentran dentro de la compilación “Antología del humor negro”, publicada por uno de los miembros más relevantes del surrealismo: André Bretón. Una obra que por cierto fue prohibida en su primera edición en Francia en 1940, y que no pudo ser reeditada hasta 7 años más tarde.
El contexto sí influye. El humor negro está más que presente en algunas de las series animadas más exitosas de los últimos años (Padre de Família, Los Simpson, Southpark…) y es habitual entre algunos de los cómicos de mayor prestigio, como Ricky Gervais o Louis C.K. Es un humor cruel sin matices pero aceptado y tolerado dentro del contexto en el que se ofrecen: se trata de un entretenimiento. Guillermo Zapata cometió un error grave: pensar que una red social como Twitter, cuyo funcionamiento facilita que se saquen frases de contexto fácilmente, podía servir para generar un debate pausado y sensato sobre un tema que no debe ser abordado con ligereza. Del mismo modo, debe entender que ese tipo de mensajes, incluso entrecomillados, pueden causar un daño sobre el individuo o el colectivo al que se dirige la broma, aunque no haya sido así en el caso de Irene Villa. Quitando a todos aquellos que han manifestado su repulsa por intereses partidistas, no debe olvidarse que hay una parte de la comunidad ajena a todo ello que sí se ha sentido ofendida con los comentarios, y la contextualización de los hechos, aunque permite comprender mejor lo sucedido, no lo justifica en absoluto. Precisamente sabiendo cómo se había magnificado con el caso de Nacho Vigalondo, debió optar por ser más cuidadoso.
Cuidado con lo que dices porque todo queda registrado. En la cultura del linchamiento en la que vivimos parece por ahora inevitable que cualquier cosa que digas en la red se te pueda poner en tu contra en cualquier momento, sobre todo a medida que aumenta tu exposición pública. Ese linchamiento viene además acompañado las más de las veces por la imposibilidad de réplica por parte del linchado, por muchas razones de peso que tenga para explicar una frase o situación determinada. La presión que se puede ejercer en las redes sociales supone una gran virtud y una herramienta política importante, pero es a la vez un peligro por la velocidad con la que nos obligamos a emitir un juicio en la red. No dedicamos más de cinco minutos para valorar si lo que hemos leído es bueno o malo, y el prejuicio se apodera de nosotros antes de que nos lancemos a una mínima reflexión. Me preocupa la polarización de los discursos, que se enfrentan sin una predisposición a que se pueda dar concordancia. Aunque podemos comunicarnos más que nunca, atendemos cada vez menos a lo que nos dicen los demás.
Manuela Carmena esperará a mañana para tomar una decisión sobre Guillermo Zapata. En declaraciones a El Objetivo no ha ocultado su disgusto, a la vez que ha mostrado su repulsa por el humor negro “si genera violencia social”. Detalles que parecen dar a entender que, a no ser que un cambio de última hora lo impida, el que debía ser concejal de cultura dejará de serlo antes de empezar a ejercer sus funciones, reacción que además estaría bien vista como estrategia política. Sin embargo, podría resultar contradictorio no perdonar las palabras de Guillermo y sí haberlo hecho con Pablo Soto, por lo que habrá que ver si opta por darle una oportunidad ante tanta urgencia.