Oscuro Claro

Señoras, señores. Ha llegado el momento. Sí, hoy voy a hablar de algo que todos estáis deseando que explique. Sí, voy a hablar por fin de psicópatas. Hasta ahora solo lo he hecho en una ocasión puntual, concretamente para la presentación del número monográfico de Criminología y Justicia «La psicopatía en el siglo XXI: Apuntes para la reflexión», coordinado por José Luis Alba Robles. Desde entonces, si mi memoria no me falla, no he vuelto a hablar de psicopatía, primero porque no es un campo que me haya interesado sobremanera hasta ahora, y segundo porque creo que ya hay muchos y muy buenos especialistas hablando sobre el tema.

Sin embargo, me veo obligado a hacerlo siguiendo con la línea de artículos por las que estoy encaminando este proyecto de análisis de entornos laborales. Porque, efectivamente, los psicópatas están por supuesto cerca de ti. No necesariamente son violentos ni tienen planteado matarte, pero es posible que en alguna ocasión te hayas encontrado con alguno de ellos. Pueden ser tus jefes, pero pueden ser también compañeros de tu mismo rango, o incluso personas a las que diriges y que, sin embargo, son capaces de conseguir que el daño que hacen dentro de la empresa pase desapercibido.

Porque sí, tener a un psicópata en la empresa puede provocar efectos muy negativos en el entorno laboral dentro de una empresa. Por lo menos eso es lo que se desprende del reciente estudio de Clive, B. (2014) «Corporate Psychopaths, Conflict, Employee Affective Well-Being and Counterproductive Work Behaviour» aparecido en el Journal of Bussiness Ethics. En dicho estudio Clive analiza el impacto de la psicopatía corporativa, que es la que se encuentra en los altos órganos de dirección de una empresa, y que tiene unas repercusiones que van más allá de la conducta individual de la persona que dirige la empresa. Es decir, la base de la que hay que partir es que una empresa que está dirigida por alguien carente de moral y con pocos escrúpulos en su modo de actuar, los valores de esa empresa reproducirán unos patrones similares entre sus trabajadores. De todas las hipótesis planteadas, se demostró una relación significativa en las siguientes:

  • Los conflictos son mayores cuando hay psicópatas corporativos. Así, los resultados muestras que las disputas verbales entre trabajadores donde no había un psicópata corporativo eran de 8.9 episodios anuales, mientras que en las que sí lo había, nos encontramos con más 59.7 episodios de media.
  • El mobbing detectado es mayor. La cifra que refleja el estudio es más que significativa: en las empresas sin psicópatas en su dirección, el índice de episodios que se podrían considerar como acoso laboral es de 1 al mes. En cambio, en las empresas con un psicópata corporativo, la media era de 1.6 episodios a la semana. Y para dar aún más relevancia a este punto: el 97% de los que pertenecían a una empresa dirigida por un psicópata corporativo reportaron casos de mobbing, frente a un 38,5% en las empresas donde no no había indicios de psicopatía entre sus mandos ejecutivos.
  • El bienestar del trabajador en la empresa es menor.
  • El riesgo de comportamientos contraproducentes de los empleados, destinados a provocar un daño deliberadamente a la empresa, es también mayor. Hemos de tener en cuenta que nos encontramos ante un entorno laboral en el que la falta de escrúpulos y de criterios morales tiende a la ausencia, lo que acaba generando problemas de ansiedad, depresión y descontento entre aquellos empleados con un mínimo de calidad humana. Es esa razón la que lleva a que los episodios en los que el trabajador explote contra la empresa se multipliquen significativamente.

Se trata de resultados jugosos que nos indican hasta qué punto puede ser dañino que el sistema empresarial premie este tipo de comportamientos. La elevada conflictividad y crispación que pueden llegar a generar alcanzan cotas muy elevadas respecto a las que no cuentan con este tipo de sujetos. ¿Qué hacer ante una evidencia tan flagrante del daño que pueden llegar a producir? Los ciudadanos podemos trabajar para que empresas de este tipo estén condenadas al fracaso:

  1. Abandonando el puesto de trabajo en el caso de encontrarnos con una empresa donde la calidad ética esté en entredicho, y donde los valores humanos no estén nunca por debajo del beneficio económico.
  2. Dejando de consumir los productos de aquellas empresas que se encuentran en entredicho o que no realizan prácticas demasiado éticas, y premiar a las que sí lo hacen. Esa puesta en valor de todo lo que tenga que ver con una equipo de trabajo humano al final nos beneficia a todos: cada vez será más difícil encontrarnos con puestos de trabajo donde las condiciones resulten degradantes.

Por hoy ya paro, que últimamente alargo mucho los post. Pero como este tema da mucho de sí, estad tranquilos que próximamente habrá nuevas entregas.

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