Oscuro Claro

«A los enemigos del trabajo se les reprochará que no son más que ilusos. La historia habría demostrado que una sociedad que no se base en los principios del trabajo, de la obligación de rendir, de la competencia de la economía de mercado y del interés individual no puede funcionar. ¿Acaso queréis afirmar, apologetas del estado de cosas dominante, que la producción de mercancías capitalista ha deparado realmente una vida aceptable, aunque sólo sea remotamente, para la mayoría de las personas? ¿Acaso llamáis «funcionar» al hecho de que sea precisamente el crecimiento brusco de las fuerzas productivas el que excluya a millones de seres humanos de la humanidad, teniendo que contentarse con sobrevivir en basureros? ¿Al hecho de que otros muchos millones sólo aguanten esta vida agitada bajo el dictado del trabajo, aislándose y quedándose solos, aturdiendo su espíritu sin placer alguno y enfermando física y psíquicamente? ¿Al hecho de que el mundo sea transformado en un desierto sólo para sacar más dinero del dinero? Pues bueno. Ésta es, de hecho, la manera en que vuestro grandioso sistema «funciona». ¡Pero nosotros nos negamos a realizar prestaciones semejantes!»

Un programa de abolición contra los amantes del trabajo. Krisis

manifiestocontraeltrabajo 

En 1999 el grupo alemán Krisis publicaba su «Manifiesto contra el trabajo» (editado en castellano por Virus Editorial), una obra que pretendía «sintetizar  los ejes principales de su crítica a la sociedad del trabajo». Dicha obra anticipa algo a lo que muchos economistas se han apuntado a raíz de la crisis financiera que acechó a occidente, y que enfatiza en la obsolescencia de los modelos de estado basados en el capital y en el factor trabajo. En ella se mencionan aspectos que ahora a todos nos resultan familiares: la especulación financiera, la quiebra de la economía real, la disminución progresiva de puestos de trabajo provocada por la tecnologización de la productividad, la flexibilización del mercado, la temporalidad y estacionalidad del trabajo, la precarización de las condiciones laborales, la reducción ostensible de los ingresos o la sobrecualificación de los empleados, amén de la alienación que sufre el ente que se ve absorbido por el esclavismo del modelo productivo sobre el que vira el rol que ocupa como individuo.

En pro de un camino inevitable hacia una sociedad post-trabajo, Krisis pone en duda la funcionalidad de un sistema que condena a la marginalidad a una cantidad importante de la población (en 2008 un 22% de la población mundial vivía en umbrales de pobreza extrema) y a otros tantos los somete a un régimen de semiesclavitud que impide tener perspectiva alguna de vivir una vida digna.

Su apuesta, igual que tantos otros teóricos contra el trabajo, es la visibilización de aquellas actividades que no se relacionan con el factor monetario, que han permanecido tanto tiempo denostadas pero gracias a las cuales se han fomentado modelos de convivencia social que el capital abandona a su suerte abogando no resultarle rentables. Hablo, claro está, del trabajo que realizan en la sombra asociaciones y agrupaciones locales que colaboran en pro de necesidades sociales que detectan, y que son capaces de cohesionar y dar soporte a individuos y colectivos que de otro modo nunca estarían integrados. También hablo de la recuperación de la cultura por parte de la ciudadanía, en combate contra la mercantilización de la obra promovida por una industria que cada vez muestra mayores síntomas de decadencia en todas sus facetas (literaria, musical, cinematográfica…). En definitiva, se trata de un retorno a la espontaneidad de la vida humana frente a la burocratización de su día a día.

Hay que empezar a tomar conciencia de qué es lo que realmente sostiene nuestras sociedades: si los modelos de producción, o todas aquellas actividades que se realizan de manera casi clandestina para promover una mejor convivencia entre todas las personas. La primera está claramente enfocada al factor individuo, y la segunda tiene un enfoque directamente relacionado con el bien general. Resulta complicado imaginarse un mundo sin trabajo, o por lo menos no un mundo con un modelo de trabajo tal como lo conocemos, pero no podemos ponerle parches a algo que nos está dando ya demasiadas señales de colapso. Aunque hoy nos hayamos levantado con un Rajoy pletórico diciendo que en mayo tuvimos una bajada del paro histórica, no debemos olvidar lo que se ha perdido por el camino, y tampoco que la destrucción de empleo alcanzada sea reversible.

El manifiesto de Krisis vaticinó parte de lo que hemos sufrido en la crisis. Sin embargo, lo que presenta va un paso más allá, y veremos si no acabamos haciendo mención a ese texto nuevamente dentro de unos años.

 

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