Oscuro Claro

Enrique Dans ha publicado en su blog un interesante post sobre el camino tomado por el mundo editorial en comparación con la industria musical en lo que a apertura en el ámbito digital se refiere, considerando que la línea que se ha tomado ha sido desde un principio lo suficientemente buena como para disuadir a los usuarios de la red a piratear contenidos. Por desgracia ese buen hacer no parece aplicarse en España, donde el recelo de las editoriales es todavía una barrera insalvable:

De la música a los libros: aprendiendo de los errores de otros

Os dejo tambien la aportación que he hecho sobre lo que ha comentado en su post respecto a la situación de las editoriales en España:

«Comparto tu visión final sobre el mundo editorial español, por las tres razones que mencionas pero cuya clave es la tercera: la actitud. No hay catálogo porque hay todavía muchas reticencias a pasarse al ámbito digital donde muchas editoras y publicaciones tienen miedo de perder la cuota de mercado que tenían hasta ahora (algo normal, dado que pasan a competir con un mercado más amplio que el del sector librero, ya que el catálogo de contenidos en la red es muy amplio y, además, realizado por personas que tienen mayor experiencia en el mundo virtual: hablo de los blogueros y de las publicaciones digitales con más rodaje).
A la vez, no hay precios bajos porque la intención es que el mercado principal siga situándose en la edición impresa: utilizas un precio lo suficientemente alto para que el usuario considere que pagar ese precio no vale la pena pudiendo obtener una versión impresa por unos euros más. No hay todavía una política de precios preestablecida sobre lo que debe valer un libro electrónico, pero surgen voces que hablan de que ese precio debería ser siempre inferior al que se le aplica a una edición de bolsillo.Unos precios que ni por asomo son los que se aplican actualmente en el el sector editorial digital, donde parece una barbaridad encontrarse ediciones digitales a más de 20 euros.
Y la actitud, o la falta de ella, porque ni siquiera las plataformas digitales de lectura que han surgido (Booquo, 24Symbols, Unebook…) para ampliar el catálogo de publicaciones en red hasta ahora parecen gozar de demasiado entusiasmo siquiera por parte de sus propios creadores, aunque ello va ligado precisamente a las reticencias de las propias editoras a ceder ante los nuevos modelos de comercialización de sus productos y que incide directamente en la inversión que se puede realizar en dichas plataformas. En definitiva, el problema estriba en esa sensación de amenaza generalizada que supone lo digital para los editores, y que les lleva a creer que marginando el sector y centrando sus esfuerzos en la edición impresa, conseguirán evitar algo imposible: que en cuestión de pocos años la cuota de lectura digital supere a la lectura de libros y publicaciones impresas. Aquellos que asuman que sí siguen así van camino de su autodestrucción serán probablemente los únicos que se salven.»

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