Anteriormente pudimos mostrar cómo la hipótesis de que la privación de libertad incide positivamente en la tasa de mortalidad se confirmaba para los casos en la que la causa directa eran el alcohol o las drogas. Así, encontramos una relación proporcional en todos los rangos de edad en la que, cuanto mayor era el grado de privación de libertad, menores eran las posibilidades de morir por dicha causa (Para los que hayáis llegado tarde o os topéis con este artículo de forma indirecta, el origen de toda la historia es el post Tasa de mortalidad en prisión ¿Mejor dentro que fuera? ).
Toca presentar ahora un caso que no se puede considerar contrapuesto al previamente tratado: el suicidio. Deberíamos hablar, en su caso, de resultados paradójicos y un tanto desconcertantes, ya que llevarían al deber de plantear nuevas hipótesis (cosa que no haremos ahora, pero si tendremos en cuenta una vez hayamos desmenuzado toda la minería de datos) que alargasen aún más el post.
Os dejo, nuevamente, con la tabla de mortalidad cuando el suicidio es la causa. Es de conocimiento general la existencia de índices de suicidio en las prisiones superiores a los de la media de la población total en la mayoría de países. Estados Unidos no parece ser la excepción: aproximadamente un 6-7% de la mortalidad de los centros estatales es por esta causa, y en las prisiones locales el porcentaje es aún mayor (y aquí está la paradoja), situándose en un 27% de la mortalidad total.
Tasa de mortalidad en prisión comparada con el total de la población en Estados Unidos. Causa: Suicidio (por cada 100.000 habitantes)
Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados del Centers for Disease Control and Prevention, National Center for Health Statistics. Underlying Cause of Death 1999-2008 on CDC WONDER Online Database, 2011 sobre tasa de mortalidad en Estados Unidos, cuyos datos extraídos comprenden el periodo 2001-2008 ; y el estudio elaborado por la Bureau of Justice Statistics bajo el título Prison and Jail Deaths in Custody, 2000-2009 – Statistical Tables , cuyo periodo de estudio comprende los años 2001 a 2009 y recogida por la Deaths in Custody Reporting Program (DCRP)
*A partir de los 55 años el estudio sobre mortalidad en prisión deja de dividirse en grupos de edad de 10 años, por lo que resulta difícil comparar dicha cifra con las extraídas de los datos del CDC, que sí respetan dicha división. De ahí que se haya optado por prescindir de la cifra.
** Las muertes en prisión no tienen en cuenta las ejecuciones por pena de muerte que lleva a cabo Estados Unidos. Si queréis tener algunos datos de interés podéis consultar el post Cinco datos sobre la pena de muerte (en E.E.U.U)
**** La cifra de mortalidad en prisión comprendida en dicha edad se corresponde a la edad de 18 a 24 años. Aunque en el estudio se incluyen las cifras de menores de 18, se ha preferido no tenerlos en cuenta debido a la baja cantidad de casos existente, lo cual aumentaría más el sesgo.
Como podemos observar, la proporción de muertes por suicidio es siempre mayor en los establecimientos penitenciarios respecto a la población global. Sin embargo, hay dos detalles bastante reseñables:
1. Sorprende la escasa diferencia que hay entre la mortalidad en las prisiones estatales (que recordamos que son las que albergan en su interior a aquellos reos con condena firme y penas de larga duración) y la mortalidad del total de la población norteamericana. La diferencia existente no parece lo suficientemente significativa como para poder afirmar con rotundidad que la privación de libertad induce al suicidio. Por lo menos, el diferencial es mínimo.
2. En cambio, nos encontramos con una situación en la que las prisiones locales albergan unos niveles de suicidio que prácticamente triplican el suicidio entre la población global e, incluso, la población penitenciaria de las cárceles estatales. Podemos verlo mucho más claro entre la gráfica a continuación. Vemos en todos los grupos de edad escalas representativas idénticas unas a las otras, y donde el peso diferencial de las prisiones locales se agudiza.
La situación descoloca, ya que no parece confirmarse del todo la tesis de que la privación de libertad provoca una mayor tasa de suicidios, pero tampoco su contraria, es decir, que el no estar privado de libertad aumenta la probabilidad de suicidarse. Nos encontramos con una situación intermedia, en la que el régimen de privación de libertad es menor pero que, sin embargo, tiene tasas de suicidio lo suficientemente significativas. Para poder comprender mejor las razones de este nuevo fenómeno tendremos que analizar con más detalle, en próximos posts, que se hace en las prisiones locales de cara identificar las posibles variables que incidan en unos resultados tan relevantes. Por hoy no os enredo más con la investigación.