Ya hace más de un año que publiqué “Emprender en criminología”, un libro cuya redacción resultó ser una suerte de terapia personal y de cuyo resultado quedé plenamente satisfecho. Sin ser una obra impecable, era exactamente el libro que quería escribir, y también del modo en que me apetecía hacerlo.
Desde entonces es habitual que me pregunten por la experiencia de haber escrito un libro. Y es que aunque son menos los que se animan a publicarlo, son muchos los amantes de la escritura que tienen guardada bajo llave la obra de su vida, el libro donde explican sus vivencias que nunca se han atrevido a publicar. Ya he explicado en anteriores artículos hasta qué punto es sencillo publicar un libro hoy en día. Sin embargo, es más que respetable que haya gente que no se anime a publicarlo debido a que lo que se desplega en esos manuscritos es un ejercicio de introspección personal que las más de las veces nunca han mostrado delante de nadie, ni siquiera de aquéllos más cercanos. La escritura es la única capaz de ponerte frente a frente contigo mismo, y te permite por ello desplegar cuestiones que hasta ese momento ni siquiera habías llegado a plantearte en torno a tu existencia, tu biografía y tu proyecto de vida.
En mi caso, no necesité más de tres meses para redactar el libro, y el guión inicial lo tuve listo en una tarde. Algunos se sorprenden por el poco tiempo requerido para tenerlo listo. La explicación es sencilla: en primer lugar hice todo lo posible para que la redacción de la obra fuera casi en exclusiva mi única tarea pendiente durante ese periodo. Un lujo que no está al alcance de todos, ya que resulta complicado disponer de un tiempo tan prolongado para uno mismo en los tiempos que corren. También hay que tener en cuenta que, aunque estuve poco tiempo escribiendo el libro, ya desde cuatro o cinco meses atrás estuve dándole vueltas a la idea. Parte de los capítulos ya estaban preparados de antemano gracias a artículos y charlas que había preparado previamente, y eso hizo que la redacción del libro fuera más sencilla, ya que lo que emana de ella estaba más que reflexionado. También hay que tener en cuenta el carácter breve de la obra, que no supera las 200 páginas.
Publicarlo no me ha dado más que satisfacciones, y a medida que ha ido pasando el tiempo el valor que le doy al libro es mayor. Una experiencia que me resultó de lo más enriquecedora y que cuando releo me parece mucho más complicada de ejecutar que en el momento en que la elaboré. Voy a seguir escribiendo y publicando libros, pero probablemente ninguno tenga el mismo componente emocional y autobiográfico que muestro en la obra.
Sin embargo, creo que todo el que tenga el gusanillo de escribir debería intentar crear la obra de su vida, más allá de lo que haga luego con ella o de que esté mejor o peor redactada. Hacer el esfuerzo de describir una parte de tu vida que por una u otra razón sea importante para ti resulta altamente gratificante. Es como una especie de liberación de cargas que has arrastrado y de las que tienes ganas de desprenderte. Tiene una función similar a los diarios personales, pero con la diferencia de que todo se ve en perspectiva en lugar de hacerlo desde un presente donde la emoción se encuentra a flor de piel.
Si tienes en mente escribir algo, busca tu momento y dedícale el tiempo que sea necesario para terminarlo. No conozco a nadie que haya quedado arrepentido de ello, y probablemente serán muchos los que te cuenten la experiencia de escritura como un momento único.