Oscuro Claro

Ayer leía una noticia de Diagonal en la que se aludía a un informe de UGT que recogía que en 2014 el 52% de las horas extra que se habían trabajado no habían recibido remuneración alguna. Una cifra que muestra la normalidad con la que los trabajadores hacen horas de más sin coste alguno para los empresarios.

A pesar de que las horas extra son totalmente voluntarias y cuentan con un máximo anual de 80 horas, el no realizarlas supone para muchos trabajadores una penalización, incluso con tintes de coacción, por parte de la empresa. El miedo al despido, del que ya hemos hablado en anteriores ocasiones, condiciona esa voluntariedad del trabajador, y le lleva en muchas ocasiones a trabajar esas horas de más sin rechistar. En otras ocasiones la ambición por quedar bien ante el jefe es la que lleva al empleado a someterse a esas horas de más sin pedir a cambio lo que le pertenece.

Sea como fuere, la situación en realidad no favorece a nadie. Al empleado no le favorece porque:

  • Un empresario que no te paga las horas extra no te valorará más por no tener que pagarte lo que debiera. En todo caso, sabrá que puede someterte a sus condiciones siempre que quiera.

A la empresa tampoco le favorece porque:

  • Un empleado sometido a horas extra tiene más posibilidades de padecer estrés laboral.
  • Un empleado al que no se compensa como debiera pierde parte del vínculo que pudiera tener con la organización al no verse justamente premiado.

Tampoco favorece a los trabajadores en general porque:

  • Aquellos que no se someten a hacer horas extra no remuneradas ven perjudicada su posición en la empresa.
  • Se pierde la posibilidad de generar nuevos puestos de trabajo que podrían surgir en base a las horas extraordinarias de una empresa. Según señala Del Río en el artículo señalado «según algunas fuente, si se eliminaran sólo las horas extra que no se pagan se podrían crear 75.000 empleos».

El problema aquí estriba en que un trabajador, por sí solo, no está capacitado para revertir la situación. Es decir, si el resto de compañeros de trabajo se someten a esas condiciones, la persona denostada será el que precisamente reclama sus derechos. Por ello, si entre los empleados de una empresa no hay consenso para plantar cara al abuso de las horas extra, tiene las de perder. Ello requiere además de una política institucional que persiga este tipo de prácticas en las empresas precisamente como valedor del derecho que es.

Revertir esta práctica está en manos de todos. Demos al trabajo el valor que merece.

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