Según el último índice PwC Women in Work, España se encuentra entre los países de la OCDE con peor posición de la mujer en el mercado laboral. En concreto, su puesto es el 23 de 27 posibles, más o menos la posición que suele ocupar cuando participa en Eurovisión. Sin embargo, de lo segundo la gente se escandaliza más cuando lo primero resulta bastante más preocupante. En 2012, la brecha salarial existente entre hombre y mujeres se situaba en torno al 10%. A pesar de que el peso en el mercado laboral se ha ido igualando, copando el 45% del mismo, ese porcentaje no se refleja tanto a medida que se revisan los puestos directivos, según se desprende del informe Women as Leader: Inspirando. Según indican “la presencia de mujeres en direcciones funcionales (asesoría jurídica, recursos humanos, dirección financiera, etc.), se ha incrementado el porcentaje de un 19% a un 22% en los últimos dos años. También el número de consejeras crece, pasando de un 11% en 2012 al 16% de la actualidad”. A pesar del crecimiento experimentado en los últimos años, son cifras bajas en comparación con lo esperado, si bien la progresión es un indicador esperanzador.
Esa esperanza viene motivada no solo por el hecho de que supone un buen reflejo de que la posición de la mujer en la sociedad se iguala cada vez más, sino que además eso puede conllevar un mejor manejo de las empresas. En este sentido, la revista Journal of Bussiness Ethics publica este mes un interesante estudio realizado en España por Lucas Pérez, Mínguez Vera, Baixauli Soler, Martín Ugedo y Sánchez Marín. En él se comprobó si existía vínculo entre la mayor igualdad de hombres y mujeres dentro de las juntas directivas de las empresas españolas y la proporción de comisiones a altos directivos basadas en el rendimiento de la empresa. Una de las deficiencias existentes dentro de los cargos directivos ha sido la poca relación existente entre el buen funcionamiento de una empresa y la adecuación de los salarios. Incluso en tiempos de crisis, hemos podido comprobar como el sueldo de los directivos subía de media un 7% mientras que el de los empleados caía un 0,5% según un estudio realizado por ICSA Grupo y la escuela de negocios EADA. Una cifra que resulta contradictoria y contraproducente cuando no se corresponde con la realidad de la empresa. Y una forma de paliar ese desbarajuste es retribuir al directivo una parte del sueldo en función de los resultados que tenga la empresa a modo de comisiones, una medida no solo más eficaz sino también más justa con todos los trabajadores de la empresa. Pues bien, resulta que el estudio publicado por la Journal of Bussiness Ethics refleja que aquellas empresas con una junta directiva más igualitaria son las que más apuestan por ese tipo de políticas salariales que las que cuentan con una junta donde la presencia es predominantemente masculina. Una relación que se puede explicar por la introducción de una mayor heterogeneidad de pareceres en la toma de decisiones, y que permite establecer un funcionamiento en las organizaciones que diverge considerablemente de lo visto hasta ahora. Debemos tener en cuenta que el funcionamiento sistemático de las empresas ha sido un reflejo más de un sistema donde el patriarcado es el eje que sostiene la toma de decisiones. Por esa razón, las empresas han apostado hasta ahora por sobreproteger a los altos cargos como responsables de ejercer el dominio, mientras que al empleado se le somete a un sistema en el que su deber no es la participación en la empresa sino la sumisión a unas decisiones determinadas. En ese sistema, además, el dominador siempre conserva su parcela independientemente de que las cosas vayan bien, pues lo importante no es la eficiencia de la empresa sino más bien mantener su posición jerárquica el mayor tiempo posible. La introducción de la mujer rompe parte de ese sistema, y prioriza otros aspectos dentro de la empresa que hasta ahora no se habían contemplado, pero no por ello hacen más ineficaz a una empresa. Al contrario, esa interrelación entre sueldo directivo y resultado de la empresa es a todas luces más coherente.
Es un indicador que da buena cuenta del cambio profundo que puede llegar a introducir la equidad de género en el ámbito empresarial. En un contexto de crisis donde las empresas y los políticos se llenan la boca con el desarrollo y la innovación, quizá potenciar aún más el papel de la mujer en las organizaciones puede representar un avance en la optimización y el mejor rendimiento empresarial. Los datos están a su favor.