Uno de los estudios pioneros en lo referente al comportamiento antisocial dentro de las organizaciones fue el realizado por Robinson y O’Leary-Kelly en el año 1998. En él, revisaron la influencia de los compañeros de trabajo en la generación del comportamiento antisocial dentro de la organización, obteniendo algunos resultados llamativos:
- El comportamiento antisocial de un empleado está positivamente relacionado con el comportamiento antisocial del resto de compañeros de equipo.
- Cuanto más se asemeja el nivel de comportamiento antisocial en el plano grupal del comportamiento antisocial desde una perspectiva individual, más estrecha es la relación con el grupo.
- Cuanto más estrecha es la relación de interdependencia a la hora de realizar el trabajo, más similar resulta la relación entre comportamiento antisocial del grupo y comportamiento antisocial individual.
- Cuanto más lejano está el comportamiento antisocial del individuo respecto al del grupo, más insatisfecho se siente el empleado con sus compañeros de trabajo.
- Cuanto mayor es la posibilidad de castigo por parte de la dirección de la organización ante un comportamiento antisocial, menor es la relación entre la conducta antisocial del grupo y la del individuo.
Los resultados obtenidos son explicables a través de varias perspectivas teóricas compatibles entre sí:
- Teoría del aprendizaje social. El aprendizaje social sostiene principalmente que todo comportamiento es aprendido. Así, el comportamiento antisocial también lo es, y se puede aprender tanto a través de las personas cercanas al entorno del individuo como por la vía de la imitación. Aplicado al ámbito laboral, en la medida en que el individuo se encuentra rodeado de un entorno de trabajo donde prevalecen las conductas antisociales, mayor será la tendencia a imitar ese comportamiento.
- La difuminación de responsabilidades. Partiendo de las tesis de Bandura, la actuación en grupo provoca una generación de responsabilidad difusa. Así, cuando se actúa antisocialmente en connivencia con el grupo, el sujeto tiende a diluir cualquier responsabilidad individual, y justifica su conducta en base a actuación del resto.
- La teoría del procesamiento de la información. Acorde con esta teoría, las personas utilizamos la información de nuestros ambientes sociales más inmediatos para interpretar y juzgar las acciones. En este sentido, el empleado juzgaría y actuaría en consecuencia a partir de la información que ha obtenido del resto de compañeros de trabajo. A raíz de la eclosión de las nuevas tecnologías esta teoría ha ido perdiendo peso con el paso del tiempo, ya que si bien el papel de entorno inmediato sigue siendo grande, el terreno que ostenta se comparte cada vez más con grupos amplios de personas conectadas de formas muy diferentes a las tradicionales.
- Perspectiva de la atracción-selección. Partiendo de esta tendencia se entiende que los individuos con unos rasgos determinados se integrarán en unos grupos de similares características. Así, si un individuo muestra ciertos rasgos de comportamiento antisocial, más posibilidades habrá de que se integre en un equipo de trabajo con conductas similares.
Sea como fuere, hay que entender que lo que pone de relieve este estudio es que el comportamiento antisocial en una organización puede llegar a ser, de un modo u otro, contagioso. En la medida en la que una organización no reprima ciertos comportamientos o acciones, puede llegar a fomentar que este tipo de actitudes se normalicen entre el equipo de trabajo, generando un riesgo de cronificación que una vez instaurado es difícil de reconducir.
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