El otro día comprobaba con alegría como la bajada del precio de la gasolina se notaba considerablemente en el depósito de mi coche. Para mis adentros pensé que iba a suponer un ahorro importante de dinero a partir de ahora. Y digo para mis adentros porque lo que sucedió en realidad es que apenas pisé la autopista me puse a 120 kilómetros por hora, cuando siempre procuro ir a 90/100 Km/h para que el depósito aguante lo máximo posible. No voy a ahorrar, simplemente voy a ir más rápido que antes.
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Un amigo me acompañó hace unas semanas a hacer un par de recados por el centro para los que opté por utilizar el coche. Cada uno de los dos recados no supuso más de 10 minutos de tiempo. Sin embargo, el desplazamiento en coche fue de cerca de una hora, cuando la distancia de un lugar a otro es de poco más de 13 kilómetros, y que con poco tráfico supone apenas un trayecto de menos de 15 minutos. Observamos con cierta incredulidad varias infracciones de tráfico, adelantamientos temerarios sin indicación, y intentos fallidos de aparcar en lugares imposibles, con bronca incluída del copiloto de turno. En definitiva, la sensación que teníamos es que la gente estaba más exaltada con el coche que de costumbre, como si todo el mundo se hubiera puesto de acuerdo en conducir temerariamente.
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Según el II Barómetro sobre Movilidad Laboral, realizado por RACE y TomTom, en 2013 se produjeron España un total de 52.129 accidentes laborales de tráfico, siendo de lejos la primera causa de accidentes laborales en España. Si a ello le sumamos que según la DGT la cifra de siniestros viales con víctimas en España en 2013 fue de 89.519, tenemos que más de la mitad de siniestros se producen como consecuencia del trabajo. Cifras que no deben sorprendernos cuando según un estudio de Nielsen, el 41% de los españoles que usan el coche para ir al trabajo requiere más de una hora de tiempo. Aunque parece que eso no es un problema cuando el 77% reconoce que adora conducir [claro está, mientras no te veas dentro de un atasco monumental, o con un tráfico insoportable dentro de la ciudad].
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Estoy convencido de que la bajada del precio de la gasolina no es una buena noticia. La mejor noticia sería en realidad que los precios subieran desorbitadamente para que la gente se lo pensara dos veces antes de coger el coche. O eso, o que muchos optaran por trabajar menos, ya que los desplazamientos en coche se reducirían ostensiblemente. O que se apostara de verdad por la movilidad sostenible. Si las personas optaran por esto último, de forma indirecta y según un estudio de la Escuela de Londres de Higiene y Medicina Tropical y la University College London, gozarían de mayor salud, ya que se ha comprobado que aquéllos que optan por desplazarse en un medio que no sea el coche han presentado menores índices de masa corporal y de grasa en el cuerpo que aquéllos que se desplazan en coche para ir al trabajo.
Dudo que suceda nada de lo anterior. Primero, porque somos amantes de la velocidad, del poder y del status que nos proporciona el coche. Segundo, porque somos amantes del dios trabajo con todas sus consecuencias (¿Cuántas veces has pisado el acelerador más de la cuenta para poder llegar a la oficina puntual? ¿Era necesario correr el riesgo?). Y tercero, porque somos incapaces de darnos cuenta de que lo que aparentemente produce un bien, en realidad nos destruye a nosotros (Según la OMS, la siniestralidad vial es la principal causa de muerte entre los jóvenes), y destruye también al mundo (Según Ecologistas en Acción,el transporte rodado supone el 80% de la contaminación atmosférica en España está causada por el tráfico rodado).
Quien sabe si no es éste uno de los ejemplos más fehacientes de la incapacidad del ser humano para gestionar adecuadamente los progresos de la técnica.