Oscuro Claro

Esta semana he llegado  a una cifra redonda en el blog alcanzando los 400 posts publicados desde febrero de 2012, momento en el que inauguré El blog de José Servera bajo el subtítulo de Se suponía que iba a hablar de criminología (y que ahora puedes encontrar en este blog). Una cifra considerable que implica haber escrito un post cada 2-3 días, si bien no puedo decir que me haya caracterizado por una línea muy regular a la hora de escribir. Una parte importante de los posts fueron escritos durante el primer año, viéndose sustancialmente reducidos en 2013 y 2014 a raíz del aumento de la dedicación a otros proyectos.

Escribir un artículo mínimamente decente requiere siempre su tiempo. Por norma general requiero una media de 2 a 3 horas para prepararlo, contando el tiempo previo que dedico a pensar el tema que quiero abordar, el requerido para realizar las lecturas pertinentes sobre el tema, la posterior reflexión sobre las lecturas y la estructuración y redacción del post.

Podrás pensar que después de haber escrito esa cantidad de artículos la redacción se convierte en un proceso casi automatizado, pero no es así. Me sigue resultando igual de complicado llevar a cabo el proceso, si bien sí debo reconocer que la fluidez en el último paso, el de la escritura propiamente dicha, es mayor que cuando empecé. Sin embargo, se trata de una pequeñísima parte del proceso, más cuando tu nivel de autoexigencia aumenta con el paso del tiempo. Probablemente a día de hoy no aceptaría algunas de las cosas publicadas durante el primer año, lo cual me da pie a pensar que ha habido un aprendizaje a lo largo del tiempo.

Sea como fuere, escribir con regularidad se ha convertido para mí en una actividad vital, prioritaria y de las que me genera una mayor satisfacción personal. Gracias a ella consigo dos cosas fundamentales para mí: poner en claro ideas, ya sea a un nivel más introspectivo-existencial, ya sea para comprender temas de toda índole; y ser capaz de juzgar y opinar con un mínimo fundamento sobre el tema abordado. También debo destacar el hecho de que me obliga a mantenerme en constante actualización en los temas que me interesan, un ejercicio que indirectamente me beneficia profesionalmente al estar constantemente ampliando conocimientos. La escritura se convierte entonces en un modo de continuar formándome a diario, con una exigencia si cabe más elevada desde el momento en que publicar un post significa someter a juicio tu opinión sobre las cosas, lo que implica que no puedo escribir cualquier disparate (que no quiere decir que no diga alguna barbaridad de vez en cuando fruto de la ignorancia o la incomprensión sobre el tema tratado).

Me doy cuenta además de que cuando el ejercicio de la escritura ha descendido, por muy justificada que fuera la causa, es cuando me he sentido más perdido. En tanto tomo la escritura como la elevación del nivel de comprensión de un tema, no llevar a cabo ese ejercicio implica contar con una claridad mucho menor a la hora de abordar ese aspecto, sea el que sea. Por eso no es casual que el autoreto de los 300 días que me propuse para superar mi particular crisis de entusiasmo se haya focalizado casi en exclusiva a la escritura. Me sirve como como baremo de prioridades, para conocer qué es lo que me interesa más y lo que menos en cada momento, y en base a eso decidir hacia donde encaminar mi proyecto de vida. Por lo pronto, este primer mes de reto me ha servido para clarificar aspectos vitales como que en realidad no me encontraba inmerso en una crisis, sino que era la vida a la vez que he empezado a encaminar el enfoque teórico hacia el que quiero dirigir el concepto de Antitrabajo. Esa satisfacción producida no me hace sino reforzar más la idea de que escribir es para mí un ejercicio indispensable del que no debo desprenderme nunca si no quiero desorientarme de nuevo. Lo situaría, en mi pirámide de necesidades, al mismo nivel que tomar café por la mañana o practicar deporte regularmente.

¿Para qué me sirve escribir? Para nada, y a la vez para todo en esta vida.

Fotografía de Jürgen Cordt
Fotografía de Jürgen Cordt

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