En la última semana prácticamente vamos a caso diario relacionado con la corrupción política en la que Mallorca ha estado inmersa durante demasiados años. (11 años y medio de cárcel por malversación, fraude y revelación de información confidencial), la afirmación de parte de la condena a Matas (9 meses de cárcel por tráfico de influencias,a la espera del resto de piezas) y la orden de entrada en prisión de Miquel Nadal (4 años de cárcel por malversación ), se une ahora la del ex exconsejero de Comercio, Industria y Energía del Gobierno balear de Jaume Matas Josep Juan Cardona, quien ha recibido la condena más alta impuesta a un político en Balears: 16 años de prisión por .
Todo esto no hace más que confirmar un mal endémico que debería hacernos reflexionar a todos los mallorquines: en algo hemos fallado para que este tipo de prácticas se hayan llevado a cabo sin que ocultarse demasiado. Ni siquiera parecía ser una práctica mal vista. Ya comenté en su momento la anécdota en la que (y quien dice el del PP, dice el de UM). Los responsables de este despitote son los que son, pero no son pocos los que se han beneficiado de esta mala praxis política.
Recuerdo como en 2010 Manzano, por aquel entonces entrenador del Mallorca,, en las que mencionaba que “En palma la gente prefiere la paella al partido” y que “En Mallorca hay un problema de cultura futbolística y […] si no hay más implicación, este equipo no seguirá en Primera mucho tiempo”.
Aparte de haberse cumplido los vaticinios del ex-entrenador en apenas 3 años (para no futboleros, el Mallorca estará este año en Segunda División), creo que se podrían cambiar perfectamente las frases aplicadas a nuestro tema y decir que “En Palma la gente prefiere la paella a la política” y que “En Mallorca hay un problema de cultura política […] y si no hay más implicación, esta isla no seguirá en Primera mucho tiempo”.
Son demasiados años en los que la política en las islas ha brillado por su ausencia, y donde lo que ha primado por encima de todas las cosas han sido las cadenas de favores: yo te hago un hueco en tal organismo/te concedo una subvención/te pago por un trabajo ficticio a cambio de tu colaboración/voto/cantidad económica o lo que sea que pueda ser intercambiable. Y como durante los años de bonanza no han sido pocos los que se han aprovechado de este sistema de intercambio de favores (demasiado bien ha funcionado) hemos dedicado por norma más tiempo a la paella que a la política.
Ahora que vienen mal dadas y no es fácil hacer favores, quizá no toque simplemente enviar a la horca a los dirigentes de turno, sino plantearse seriamente qué es lo que lleva a que la estructura social se haya cimentado en tal modo de proceder que no se puede concebir de otro modo que injusto. Los favores, sean del tipo que sean, no suelen tener muy en cuenta ni el talento de las personas y menos el interés general. Se trata entonces de un sistema que no promueve la cohesión social (por cuanto prima el intercambio de intereses entre particulares) ni fomenta un gobierno estable (por cuanto la realización y ejecución de normas encuentra su motivación básica en dichos asuntos particulares). Y futuro, ninguno, por supuesto.
Hagamos un ejercicio de conciencia sobre la responsabilidad social compartida en todo lo acontecido. Nos servirá para que desfalcos como los que se están confirmando en los últimos días no se vuelvan a cometer.