El pasado mes de diciembre inauguraba con mucha ilusión esta página. Tras darle más de cien vueltas a los objetivos y pretensiones con las que encaminar este nuevo proyecto, decidí ponerlo en marcha sin una línea fija sobre la que ir desarrollando lo que quería hacer. La base sobre la que lanzaba Antitrabajo no era otra que convertirla en un laboratorio de ideas tanto teórico como práctico que analizara la relación entre individuo y trabajo. El inicio de esa exploración no fue fácil debido a que los análisis que realizaba partían de ideas complejas o difíciles de desarrollar desde cero, sumado a que otras eran manifiestamente imposible llevarlas a la práctica e incluso demostrar su valía. El mayor reflejo de ese caótico inicio era que me resultaba tremendamente complejo exponer de forma inteligible y en unas pocas frases cuál era mi intención con este proyecto. La gente que me preguntaba se quedaba con la impresión de tratarse de un popurrí de ideas y convicciones con poca conexión entre ellas. Una impresión que no estaba desencaminada de la realidad.
Estaba claro que si quería que toda la dedicación realizada tuviera algún fruto determinado debía superar esa fase de caos teórico y empezar a filtrar aquéllo que resultaba demasiado complicado o técnicamente irrealizable. El objetivo era entonces descartar lo que no estaba a mi alcance, y centrarme en lo que sí podía llegar a conocer. Una vez llevado a cabo ese filtro el camino se ha ido clarificando cada vez más. Poco a poco la interrelación entre los temas que he ido desarrollando en los post han ido en aumento, confirmando o desmintiendo algunas de las tesis o ideas con las que partía Antitrabajo.
Faltaba entonces llegar a una tercera fase: la simplificación. Y esa simplificación tenía que ser máxima: debía aspirar a que, en una o dos frases, se entendiera lo que estoy haciendo. Una definición que ha surgido de la tesis de base sobre la que se construyen los diversos estudios que hemos ido exponiendo durante estos meses, y que es la siguiente:
“Cuanto peores son las condiciones laborales, mayor es el riesgo de conflicto en una empresa”
Esta hipótesis se ha ido manifestando en campos muy determinados, conflictos de mayor y menos gravedad, y en multitud de sectores laborales. Se ha ido conformando además una relación estrecha que vincula un entorno laboral positivo con una mayor rendimiento de los trabajadores. Esa relación nos permite identificar la siguiente subhipótesis:
“Cuanto menor riesgo de conflicto exista en una empresa, mayor será el rendimiento y productividad de la misma”
Esta subhipótesis permite deducir la importancia que puede tener en las empresas el hecho de ser capaces de detectar dónde existe ese riesgo, y sobretodo, qué medidas pueden tomar para paliarlo y evitar así las pérdidas económicas que implica ignorar o desconocer esos riesgos. Son aspectos que se han manifestado por ejemplo cuando hemos observado que el acoso laboral se producía habitualmente en empresas que contaban con algún tipo de disfunción organizativa; también lo hemos visto cuando se nos ha mostrado que las empresas que no tomaban las pertinentes precauciones para evitar el estrés laboral perdían valor productivo debido a las bajas de sus empleados; y también hemos observado hasta qué punto la introducción de medidas estructurales podía favorecer un óptimo ambiente laboral que redujera a mínimos el riesgo de que se generan conflictos.
Que te robe tu empleado no es un detalle sin importancia, es síntoma de que su vínculo con tu empresa es débil; que en tu empresa haya una persona que está siendo acosada no es solo asunto entre acosado y el acosador: tiene relación directa con disfunciones dentro de la organización; que los gritos estén normalizado en tu empresa no es lo mismo a que sean normales: hay que saber identificar que existen algunas conductas que propician la mala relación entre empleados; que descuides la labor de tus empleados y les generes más problemas que soluciones no fomenta precisamente una cohesión entre trabajador y empresa. Y así con muchos de los aspectos que hemos estudiado hasta ahora.
El proyecto no ha llegado a su fin ni mucho menos: además de revisar en profundidad las implicaciones de la tesis, queda por plantear cuál es el mejor modo de promover un método que permita ayudar a las empresas a detectar y palias esos riesgos. Las implicaciones de esa labor no se encuentran solo en el plano de lo económico, sino también en el campo de la dignidad de las personas, que aunque a muchos se les olvide, debe situarse por encima del dinero en nuestra escala de valores.