Charles Handy, profesor especializado en el comportamiento y la dirección dentro de las organizaciones, es el autor de la frase con la que titulo este post. Una frase que dice muchas cosas respecto al cambio de mentalidad que se está llevando a cabo en torno a las organizaciones empresariales. Hasta ahora, la concepción tradicional del trabajo planteaba a la empresa del mismo modo que una máquina: el valor de una organización se medía exclusivamente en base a su productividad, y el valor de cada empleado se analizaba en función de sus cualidades como herramienta para producir. Sin embargo, a medida que la tecnología ha ido apropiándose de las tareas relativas a la creación del producto, el individuo se ha visto obligado a moverse hacia funciones más complejas en las que su capacidad como herramienta ya no es el valor primordial: ahora es el valor que como persona puede aportar dentro de una comunidad el que diferencia a una organización de otra.
Venimos asistiendo a un avance irrenunciable de la técnica incluso en aspectos que hasta ahora solo considerábamos que podrían llevarse a cabo por parte del hombre, como es la toma de decisiones complejas. Pero ello no quiere decir que la máquina vaya a sustituir a las personas en todos los aspectos relativos al trabajo, aunque sí en todos los aspectos en los que las labores automatizadas estén presentes.
La clave entonces para que una comunidad empresarial funcione será que el mayor número de individuos que la forman sea capaz de aportar aquello que les hace únicos.
Esta evolución hacia un modelo del individuo como diferencia en lugar de como herramienta implica algo que ya venimos viendo en los últimos tiempos: que el éxito de una empresa se medirá cada vez más por su valor social y no tanto por su capacidad para producir. El escándalo reciente de Volskwagen, cuyo riesgo de quiebra es cada vez más latente, es el ejemplo claro de que una empresa debe ser valorada también en base al impacto dentro de su entorno.
Finalmente, otro aspecto que también cobra cada vez más relevancia dentro del concepto de organización como comunidad de individuos es el de la difuminación de las jerarquías. El concepto de líder se encamina a perder cada vez más peso, y el valor de la empresa no dependerá tanto de las capacidades de uno o unos pocos individuos sino de la creación de un tejido donde el peso de todos los miembros goce del mismo protagonismo.
Hasta ahora hemos entendido la organización de una empresa en base a diferentes escalones en función de sus competencias. En cambio, una organización de valor en el futuro debería parecerse más a una red circular, donde la superioridad jerárquica de unos sobre otros no estaría tan clara.
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