Estoy cada día más convencido de que el lugar que ocupa una persona en el universo es minúsculo.
Eso implica, entre otras cosas, que por mucho que queramos controlar las circunstancias que nos rodean, estas se nos echarán encima sin dejarnos apenas capacidad de reacción.
La vida resulta ser algo así como una pelea constante entre aquello que nos gustaría ser y las posibilidades que se nos dan para conseguirlo. Y esas posibilidades suelen venir influidas en gran medida por la suerte.
Nuestras capacidades y nuestra persistencia pueden contribuir a facilitar nuestra fortuna, pero no necesariamente serán la clave.
Creo por ello que soy un tipo demasiado afortunado. Porque la vida me da demasiado, y quizá yo no he dado tanto por ella. Porque quizá no he hecho lo suficiente para que la suerte que yo he tenido hasta ahora, la puedan tener también los demás.
No puedo pedir mucho más de lo que tengo porque creo tenerlo todo. Pero sí puedo, y debo, exigir a los demás, y a mí mismo, un mayor compromiso sobre todos los dramas sociales que nos rodean.
México es un país maravilloso, pero está herido de muerte. No sé exactamente qué se puede hacer para salvarlo, pero sí quiero que ese mensaje llegue lo más lejos posible para que cada uno aporte el granito de arena que ayude a encontrar la solución.
Creo que esa es, en parte, la clave de todos los congresos a los que hemos asistido. Nuestro mayor objetivo es, sin duda alguna, hacer llegar nuestro mensaje, sea del tipo que sea, con la mayor intensidad posible, para que cale en lo más hondo de las personas.
En definitiva, para contribuir a que algo cambie.
Será pequeño, porque repito, somos seres minúsculos. Sabemos que no somos perfectos y que no estamos capacitados para obrar milagros.
Probablemente el cambio ni siquiera sea apreciable a nuestros ojos, pero ello no debe desalentarnos a proseguir con nuestro objetivo. Estoy convencido de que los rogelios, odalis, juan josés, joses, carlos, waeles, agustines y sanaes de todos el mundo seguirán intentando que su mensaje se difunda a lo largo y ancho del globo, no solo porque les apasiona, sino también porque saben que para provocar un cambio social, antes ha de cambiar la mentalidad de toda una sociedad.
Lo ha hecho a lo largo de la historia, por desgracia muchas de las veces como consecuencia de tragedias que costaron vidas humanas. Pero cambiaron. Cambiamos.
Creo que todos los que formaron parte del viaje se sintieron igual de afortunados que yo, por todo lo que compartimos juntos, pero sobretodo por lo que compartimos con toda la gente que nos escuchó.
Me perdonaréis que no reproduzca los discursos de despedida de cada uno, pero he querido que, por lo menos de momento, quedara entre nosotros como un recuerdo íntimo.
Nos vemos pronto.