Si una actitud siempre me ha molestado bastante, ésta es la de la queja indiscriminada y sin ningún tipo de ejercicio crítico. Actitud natural en el ser humano, agudizada en tiempos de crisis, y que agota mentalmente tanto al que lo dice como al que lo escucha.
La queja, que difiere de la crítica aunque se confunda a menudo con ella, no tiene a niveles prácticos ninguna posibilidad de producir efectos positivos ni sobre el individuo ni sobre el conjunto de la sociedad.
Yo mismo me encuentro participando activamente en muchas ocasiones en esas conversaciones tan viciadas y desgastadas en las que acabas mencionando lo mal que está el trabajo, los políticos, las multinacionales, los muchimillonarios que nos controlan…rajando a diestro y siniestro, con nombres y apellido, y en definitiva, externalizando todas las culpas de tu mala situación personal. Hablo de una total ausencia de sentido crítico sobre uno mismo. Pero una vez se produce esa “rajada” quizá debamos plantearnos ¿pero yo he hecho algo para que esto cambie? ¿Realmente puedo decir con voz calmada que no tengo nada que ver en todo esto y que el mundo me ha hecho así? No, señores, las cosas no funcionan así.
Cuando empecé con este blog quise que el primer post fuera una declaración de intenciones sobre el modo en el que tanto yo como el resto de personas que me rodean, creo que deberían tomarse la vida: asumiendo, aunque nos cueste sacrificio, nuestra parte de responsabilidad en todas las esferas de la vida, nos afecten directa e indirectamente. Responsabilizarme de mi futuro, de crear yo mismo mis propias oportunidades, de contribuir a mejorar un estado social que se resquebraja por momentos. Ver alternativas donde parece que no las haya. No estancarme en opciones obsoletas ni obcecarme diciendo que merezco más de lo que recibo a nivel social.
Centrándome en mi campo profesional, que es la criminología, he observado en múltiples ocasiones una actitud generalizada de queja, y no de crítica, sobre el nulo papel que se nos da en la sociedad actual. Y yo me pregunto ¿qué hemos hecho hasta ahora por ella? ¿Nos hemos ganado la inclusión en los estamentos públicos y privados? Sinceramente, y esto es opinión personal, creo que aún nos queda un largo trecho para poder decir en voz alta que nos merecemos un hueco importante. No es suficiente con un manifiesto en el que explicamos lo buenos que somos y lo bien que lo haríamos en los sitios que a nosotros nos parece. Debemos razonarlo consecuentemente y, además, trabajar mucho, sin percibir compensación económica alguna si hace falta, para demostrar que eso que decimos que sabemos hacer lo hacemos de verdad, y además mejor que otros que están en ese lugar. Y cuando digo trabajar mucho no hablo de dedicarle un par de horas a la semana o al mes, hablo de una dedicación exhaustiva y casi exclusiva a cumplir con ese objetivo.
Hace dos años, cuando me fui echaron del trabajo, me decidí a tomar un camino que sabía desde el principio tendría muchas dificultades: responsabilizarme de mi futuro y trabajar día y noche para crear yo mismo mis propias oportunidades y no tener que buscarlas en el exterior, porque, a pesar de la convincente charla que me dieron al empezar la carrera, no había salida laboral alguna (ni la hay, ni la habrá si seguimos la peligrosa dinámica de la queja).
Desde ese momento, la estabilidad económica y los deseos y placeres personales se han visto obligados a pasar a un segundo plano, ya que mi dedicación a la criminología ha sido, con algunas excepciones laborales temporales que me han servido para poder tener un pequeño colchón económico (como la oportunidad que tuve en el CIS Joaquin Ruiz Jiménez, o un trabajo que realicé este mismo verano en el que me dediqué a eliminar con una brigada más de 30.000 plantas de una especie invasora en la Serra de Tramuntana, en Balears). En total, en más de 2 años he trabajado un total de siete meses (¿Estoy hecho un ni-ni verdad?). Pero en ningún momento he perdido el rumbo de un objetivo que tenía muy claro: adueñarme de mi futuro. Y para ello he dedicado intensas jornadas de trabajo sin percibir ingresos, aún a costa de padecer una insufrible inestabilidad económica (no es agradable andar pidiendo dinero a los padres cuando tienes 26 años) y un componente de incertidumbre importante. Evidentemente, los momentos de desánimo están presentes en muchos momentos en los que uno se pregunta si realmente va a servir de algo el camino que se está siguiendo y que le hacen plantearse si no sería mejor abandonar el barco y dedicarse a inscribirse en ofertas de infojobs que ni me llenan ahora ni me llenarán en un futuro, y poder volver a ese placentero vicio de quejarse de lo mal que están las cosas sin mover un solo dedo para cambiarlas. Sin embargo, esos momentos de debilidad sirven, en caso de superarlos, para fortalecer la convicción en las posibilidades de uno mismo. Tengo fe ciega en lo que hago, y tengo fe ciega en que mis actos tendrán un resultado, pero solo si le dedico el trabajo que merece. No vendrá solo, no van a llamar a mi puerta, no van a salir ningunas opos de criminólogo (bueno sí, una en Benidorm), nadie va a solucionarme nada. Dependerá en su mayor parte de mi esfuerzo, nada más.
Recuerdo que cuando arranqué con el proyecto de Criminología y Justicia desconocía prácticamente todos los detalles del diseño web más allá de blogspot. Pero lejos de amedrentarme, y ante la disponibilidad de tiempo, llegué a dedicar un intensivo de más de ocho semanas con jornadas de hasta 12 horas diarias a aprender a diseñar un página web decente con Joomla. Creo que la cosa salió más o menos bien. A la vez, tampoco tenía idea alguna sobre como debía convencer a académicos y especialistas sobre lo interesante que sería que colaboraran en CyJ. Los primeros mails probablemente debieron ser terribles, nada formales y nada convincentes, y además tenía que dedicarle demasiado tiempo a cada uno de ellos. Pero tampoco me achanté, porque estaba convencido de que realmente lo que estaba promoviendo era (y es) una iniciativa muy buena.
También dedico un buen puñado de horas semanales (unas 20 aproximadamente, aunque los primeros meses fueron de 40 a 50 horas) a dinamizar la web, editar y maquetar la revista, buscar nuevos colaboradores, hacer correcciones…sin percibir nada a cambio, más allá de la satisfacción personal de estar contribuyendo a divulgar la criminología. Me obligo en cierto modo a escribir con periodicidad en este blog, ya que contribuye a mantenerme actualizado en mis áreas de interés, principalmente la criminólogica. Y no conforme con el trabajo que ya hago por amor al arte, me veo inmerso en un proyecto como criminólogos.eu, que se que me va a llevar una barbaridad de horas de trabajo.
Desde hace seis meses llevo trabajando con Juan José Suárez (amigo de toda la vida) un proyecto empresarial relacionado con el ámbito académico que creemos que vale la pena. Recientemente lo hemos presentado al primer concurso, tras pulir muchos detalles y dedicar bastantes horas a él. No sabemos si lo que hemos hecho fructificará o no, pero como mínimo nos quedará la satisfacción de estar buscando nuestra propia salida a través de lo que creemos puede ser un buen modo de ganarnos la vida.
Esta misma semana tuve el placer de compartir una interesantísima charla con un jóven criminólogo catalán que me expuso un enfoque aplicado del criminólogo que va más allá de las iniciativas planteadas hasta ahora, que se han limitado en su mayor parte a promover la inclusión del mismo en diferentes ámbitos del ente público. Quedé realmente fascinado por lo revolucionarias y chocantes que podían sonar algunas de sus iniciativas, pero a la vez vi en ellas posibilidades reales de dar salida a una cantidad importante de criminólogos. Como mínimo, ya ha dedicado una cantidad considerable de tiempo buscar una salida coherente para el criminólogo, probablemente mucho mayor que una algunos académicos que se llenan la boca de criminología en congresos nacionales e internacionales pero que poco o nada se han esforzado en contribuir a su incorporación dentro de la sociedad.
Tampoco soy idiota, y soy consciente de que la situación de mucha gente está tan condicionada por factores económicos y personales que les es imposible poder sacrificar ni un ápice de su tiempo en cambiar su situación. Pero sigue existiendo otra parte de la población bastante importante que pudiendo hacer, prefiere rajar. Porque rajar nos sale solo, pero hacer implica mucho esfuerzo y dolores de cabeza.
¿Y tú, has hecho algo por cambiar tu situación? Una manera muy fácil de saberlo: cuantifica el tiempo que dedicas a cambiar tu mundo cada mes, y réstale el tiempo que le dedicas a quejarte por quejar.