Oscuro Claro

Recientemente leía un interesante artículo de Elizabeth Turner publicado en The British Journal of Criminology que ciertamente me dio mucho qué pensar. En el mismo, analizaba los tipos de discursos predominantes dentro del colectivo de criminólogos en torno al que debiera ser nuestro rol en lo público, distinguiendo entre tres tipos:

  • Los criminólogos luchadores por la verdad
  • Los criminólogos comunicadores
  • Los criminólogos diplomáticos

 De los tres anteriores me gustaría pararme a reflexionar brevemente sobre el segundo, por lo que me concierne en tanto por la actividad llevada a cabo tanto con Criminología y Justicia como con blogs como éste podría considerarse que me integro dentro de este segundo discurso. La tesis principal del discurso en torno al «criminólogo comunicador» estriba en la necesidad de entablar una relación estrecha con el mundo del periodismo para poder así influenciar y hacer que nuestras investigaciones gocen de un impacto directo en las decisiones públicas. Los medios de comunicación se convierten en factor clave para contribuir a formar y educar a la sociedad en temas de criminalidad. Los dos mayores exponentes de este discurso son Barak y Groombridge, y las diferencias entre uno y otro se centran meramente en qué papel toma el criminólogo para conseguir lo que se propone. Así, Barak habla de construir enlaces que permitan entender los intereses del sector periodístico, de conseguir un aliado para la promoción y influencia de las tesis criminológicas, y hacer que ello derive de algún modo en la influencia en las decisiones políticas. En cambio, Groombridge apuesta directamente por la figura del criminólogo-periodista, ese que adopta las herramientas y aptitudes del periodista y se integra dentro de los propios medios de comunicación como uno más.

En este sentido Feilzer (2007) llevó a cabo un experimento para comprobar qué incidencia puede llegar a tener un criminólogo que publica periódicamente en un medio de comunicación. Para ello, durante dos años se investigó el impacto de una columna semanal escrita por un criminólogo en un periódico local. Los resultados mostraron que la lectura de la columna era baja, y que no había impacto medible en los lectores, no observándose la retención de información criminológico-jurídica esperada.

En lo personal, si bien hasta ahora no hemos realizado ningún estudio en profundidad sobre la influencia de Criminología y Justicia (que sin duda nació con idénticos objetivos a los sostenidos por las tesis de Barak y Groombridge, más cercanos a la segunda dado que nos hemos agenciado ese carácter «periodístico» a la hora de publicar artículos), sí que podemos decir a favor de dicha postura que:

  1. Somos leídos por miembros de organismos públicos con poder en la toma de decisiones relacionadas con política criminal.
  2. Hemos llegado a un público que no está relacionado con el sector.

Quedaría por ver si esa influencia es o no decisoria, si las opiniones de los colaboradores son valoradas, o si el impacto es suficiente. Así mismo, tras haber leído la crítica que hace Elizabeth Turner a esta postura, sí ha dado lugar a hacer cierta autocrítica. Y es que de algún modo resulta un tanto pretencioso erigirse como «educador de las masas» en temas de criminalidad. Nos hemos autoagenciado todo el saber en lo que a política criminal se refiere, y consideramos que nuestro aprendizaje nos hace estar en posesión de una realidad que debemos mostrar a la sociedad, que parece errar cuando juzga estos temas (según nuestra visión, claro está). Atribuímos un mayor valor a nuestra opinión, cuando aún están pendientes de contraste empírico muchas de las teorías que a día de hoy se presentan como validas.

En este sentido, creo que es necesario hacer un ejercicio de humildad y considerar que las teorías criminológicas son, al fin y al cabo, una interpretación más de la realidad, y como tales deben ser discutidas, y nunca impuestas a la sociedad como si de borregos se tratara. Nuestra labor estriba en exponer, y no imponer, nuestro pensamiento, pero nunca invalidar lo otro por no pertenecer a nuestro campo o considerarlo estúpido porque no tiene en cuenta nuestras tesis.

Fotografía de enki22 

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