«Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado no tienen patente de corso para repartir goma a diestro y siniestro, ni son novios -ni amigos tan siquiera- de la muerte. Poco más que mileuristas de uniforme, compañeros a fin de cuentas de manifestantes e indignados, tienen convenientemente restringido el uso de porras y pistolas a las necesidades que dicten los principios de congruencia, oportunidad y proporcionalidad. Matar moscas a cañonazos (y que nadie se dé por aludido, por favor) puede ser efectivo, pero resulta ilegítimo en un Estado de Derecho como el nuestro.
Quien hace resistencia pasiva no atenta contra nadie, sino que se resiste. Cosas obvias del lenguaje. Molesta, sí, pero no acomete, ni emplea fuerza, ni intimida. Invita a usar el cortafríos, la coacción y el arrastre. Incluso hasta el empujón barriobajero, pero nunca la bola de goma. Aunque haya que desviar el tráfico. Y una pena de prisión de seis meses a un año es más que suficiente para dejar constancia de quién es el más fuerte.»
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