Ayer Roger Senserrich dejaba una vez más una serie de interesantes reflexiones en la web Politikon ,espacio de obligada lectura para todo aquel que tenga un mínimo interés en la discusión política (la de verdad, no la que vemos en el Parlamento). En este caso, me parece destacable la autocrítica más que necesaria que hace a la misma ciudadanía:
“El problema, sin embargo, no es cosa sólo de los que mandan. Es hora que los españoles nos metamos en política en serio. No, no me refiero a salir a la calle a manifestarse, montando acampadas en Sol y redactando manifiestos jugando al sesentaiochismo que tanto adoran algunos. O al menos, no me refiero sólo a eso. Las élites políticas europeas y españoles son realmente vergonzosas estos días, pero si están ahí es porque les dejamos. Los partidos políticos españoles son muy pequeños, minúsculos; el PSOE en Madrid tiene apenas unos cuantos millares de afiliados. Si quereis que la gente que mande en los partidos sea otra, no perdais el tiempo pidiendo listas abiertas para poder escoger un candidato de la lista de besugos que os pondrán delante. Lo que se tiene que hacer es juntar unos amigos, ir a la agrupación más cercana, y darse de alta de una vez. El PSM, con suerte, tiene 500-600 militantes más o menos activos en la región. Con un poco de ganas uno puede armarla en serio. El partido ni sabrá de dónde vienen las tortas.”
¿Cuántos de nosotros estamos afiliados a algún partido político? No, claro, eso no va con nuestro pensamiento independiente. Entrar en un partido sería solo cosa de fanáticos ideológicos, y yo no apoyo a ningún partido para así mantener mi voz crítica sobre los asuntos políticos. O razones aún peores, como que no tengo tiempo para dedicarle a la política, o que tengo cosas más importantes que hacer que afiliarme a un partido. O que no tienen tiempo para pensar en esas cosas, y además luego les duele la cabeza. Hay gente que ni siquiera llega a ir a votar porque coincide con su día festivo y quiere aprovecharlo para ir a la playa. Menos mal que no nos hacen votar demasiado.
Pues no, ya está bien. Si eres votante del PP y sus decisiones te parecen fatales y sus políticas excesivamente reaccionarias, entra a formar parte y haz lo que puedas por cambiarlo. Si crees que el PSOE ha dejado hace tiempo de ser un partido de izquierdas, hazte miembro y lucha por procurar que vuelva a sus orígenes. ¿Que optas por algún otro partido minoritario, pero con el que tienes mayor vínculo ideológico? Pues no hay razón para que no estés afiliado. Si lo que ves una vez entres en el partido no te gusta, o si con el tiempo cambias de ideas, siempre estás a tiempo de marcharte. Pero quizá sea hora de participar de verdad. Si además te implicas en asociaciones, ONG y otras instituciones para apoyar causas concretas, tu voz se amplificará aún más. Y también quedan todas las iniciativas que, a título personal, creas que puedan ser beneficiosas y producir modificaciones en nuestra democracia. Te ocupará una parte de tu tiempo semanal llevarlo a cabo, pero creo que es el ejercicio político más sano y más eficaz que podemos llevar a cabo.
Aunque nos cueste reconocerlo, nuestra posición es también muy cómoda. Centramos todas las culpas en agentes externos (la élite política, los bancos, la crisis financiera…) y quedamos así libres de pecado. Asumamos nuestra culpa, porque tenemos buena parte de responsabilidad. Hemos dejado durante años que las cosas se hicieran así de mal porque, precisamente, nos iba bastante bien. Pero en lugar de asumir nuestra parte de culpa y tomar el timón cuando es necesario, seguimos, todavía hoy, esperando que nos solucionen los problemas como se ha hecho hasta ahora, es decir, nosotros sentados en el sofá de casa, y otros decidiendo por nosotros.
Manifestarse en las calles puede servir para hacer ruido y, de vez en cuando, para tomar conciencia de que algo se debe cambiar. Pero ese cambio no se producirá solo a base de ir a la calle. Son los partidos políticos, que guste o no son los que tienen la potestad legislativa, los que finalmente harán que aquello que reclama el pueblo sea tenido en cuenta.
Y por favor, dejémonos de gilipolleces de niños pequeños. Que si este me cae mal porque es del PP y, por ende, es un facha; que si el otro, que es comunista, no tiene ni idea de los males del comunismo en la historia universal reciente; que si estos del 15M solo saben manifestarse, montar acampadas y molestar a la “mayoría silenciosa”. Ya está bien de desprecios mutuos. Respetemos nuestras opiniones políticas más allá de nuestra afinidad a un partido u otro. Rechazar una ideología no implica tener que adoptar un constante tono jocoso sobre ella, y aún más, de las personas que la defienden. Y esto es un aviso para todos. Así no vamos a ninguna parte. Hemos conseguido rebajar la discusión política al mismo nivel que las que se dan en el mundo del fútbol (¿Madrid o Barça?) o de la prensa rosa (¿Pro Belén Esteban o anti Belén Esteban?). Tenemos un problema muy serio con nuestro país, y resulta que jugamos a ver quien es más listo porque nos encanta dar lecciones a los demás. Y todos nos volvemos bastante idiotas cuando nos dedicamos a hacer política con el único propósito de humillar al rival.
Aviso para navegantes: entrar a formar parte como afiliado a un partido no implica directamente que te pasen el micro y todo lo que digas vaya a ser tenido en cuenta. Todos sabemos que los mecanismos de los propios partidos se han formado de tal modo que esté en duda su “democratización”. Dentro de los partidos hay gente con poder que ha hecho mucho para que ese poder no se vuelva en su contra a las primeras de cambio. Los cambios en un partido no se dan de un día para otro. Hace falta constancia y fe ciega en que tarde o temprano llegará el momento en el que ese poder se tuerza. Ahí es donde, quizá, empecemos a hacer política de verdad.