En mayor o menor medida el grueso general de trabajadores cuenta siempre con cierto miedo a ser despedido. En ocasiones ello es debido a las condiciones propias de la misma empresa, que no tiene ningún tipo de escrúpulo a la hora de jugar con la amenaza de despido, pero cabe analizar hasta qué punto ese miedo no obedece tanto a un riesgo real de ser despedido como a una percepción del trabajador que obedece más a factores personales. En este sentido, creo que se puede establecer un claro paralelismo entre un concepto criminológico como es el miedo al delito.
Ferraro (1995, p. 4) define el miedo al delito como “una respuesta emocional de nerviosismo o ansiedad al delito o símbolos que la persona asocia al delito”. Si lo asociamos con el miedo al despido, se puede relacionar perfectamente la existencia de un estado mayor de ansiedad y nerviosismo cuanto mayor sea la percepción de riesgo de despido de la persona. Hemos hablado continuadamente de las consecuencias negativas de aspectos como el estrés laboral, que tiene incidencia directa sobre el rendimiento de una persona. En contra de lo que parece, una persona que tiene miedo de ser despedida de una empresa no necesariamente rendirá más que otra que no perciba esa situación, ya que la situación de malestar que le genera provoca efectos contraproducentes. Una empresa que opte por una estrategia de este tipo estará jugando siempre con fuego, y nunca podrá contar con un ambiente laboral calificable como saludable.
Sin embargo, tal y como apunta Buil (2015) «una serie de estudios que tuvieron un impacto notable en la Criminología del momento, fueron los primeros en observar que el miedo al delito no mantenía una relación necesariamente paralela con las cifras delincuenciales. Se encontró que no existía una correlación clara entre el nivel de violencia y el miedo al delito. Y algunos autores fueron más allá, observando que los sujetos con menor riesgo de ser victimizados eran precisamente aquellos con mayor miedo al delito, definiendo dicho fenómeno como la ‘paradoja del miedo al delito’». Si realizamos la comparativa con el entorno de trabajo eso significaría que aunque una empresa no tenga intención de despedir a nadie, no necesariamente puede ser percibido de ese modo por parte del trabajador.
Según Buil (2015) el miedo al delito se ha explicado hasta ahora principalmente desde tres vertientes: las teorías de la percepción de vulnerabilidad, las teorías ambientales, y en las teorías victimizadoras y de experiencias de delito. Sobre todo con la primera y la tercera observaremos fácilmente el paralelismo entre miedo al delito y miedo al despido.
Sobre las teorías de percepción de vulnerabilidad, Buil (2015) afirma que «aquellas personas que se perciben a sí mismas como altamente indefensas o desvalidas ante una hipotética situación de exposición a la delincuencia, son aquellas que tendrán también un mayor temor a ser victimizadas». Aplicado a la empresa, las personas con mayor miedo al despido serían las que de producirse esa situación vieran afectado su bienestar (Por ejemplo: personas sin posibilidad de recibir prestación, con hijos a su cargo, que estén pagando hipotecas etc).
Respecto a las teorías ambientales, Buil (2015) engloba en ellas «las características urbanísticas del barrio, al mismo tiempo que la percepción de incivilidad y desorden en el lugar, explicarían las fluctuaciones en el miedo al delito de la persona». Aplicado a la empresa, podríamos identificar que aspectos como un clima hostil entre miembros de la organización, así como un una estructura caótica de la empresa pueden llevar a que una mayor percepción de miedo a ser despedido.
Las teorías de victimización y experiencias de delito son fácilmente asociables con el miedo al despido. Tal y como define Buil (2015) éstas describen «el miedo al delito a partir de la experiencia de las personas con la delincuencia, ya sea de forma directa o indirecta». Aplicado al trabajo, esta situación se dará en la medida en la que una persona se haya visto sometida a un episodio previo de despido, o bien al hecho de haber observado cómo otros compañeros de trabajo han sido despedidos en la misma empresa. Así, no necesariamente tiene que haber sufrido esa situación directamente, sino que bastaría con haberse encontrado cercano a un episodio de despido.
¿Qué debe aprender de este paralelismo el jefe de cualquier empresa? Pues que no se puede planificar una estructura organizativa ajena a las personas que trabajan en ella. Es fundamental no solo conocer la situación presente del empleado, sino ser capaz de contar de conocer la historia personal de cada uno de ellos para saber identificar las razones por las que en ocasiones se produce un conflicto en la organización. La labor comunicativa y empática del jefe es sin duda la mejor herramienta para detectar cuándo una situación ha sido provocada por factores personales. Saber verlo a tiempo puede ayudar, por ejemplo, a paliar el efecto nocivo de ese miedo al despido.
Sé que el tema da mucho más de sí que lo abordado en las líneas de este post. Eso significa que la cosa no va a quedar ni mucho menos así, y que iremos ampliando este aspecto en próximas ocasiones.
REFERENCIAS
Buil, D. (2015). Introducción al estudio del miedo al delito: principios teóricos. Pendiente de publicación.
Ferraro, K.F. (1995). Fear of Crime: Interpreting Victimization Risk. Albany, NY: Suny Press.