Ya hemos comentado hasta qué punto la robótica está destinada a sustituir una parte importante del trabajo productivo que ha llevado a cabo hasta ahora el hombre. Así mismo, el desarrollo de inteligencias artificiales cada vez más avanzadas permitirá ir un paso más allá, y hacer que un robot pueda ocuparse de labores tan complejas como, por ejemplo, encargarse de cuidar a personas mayores.
En esa línea se elabora la trama de la película «Frank & Robot» (2012), un emotivo largometraje donde Frank, un antiguo ladrón de guante blanco, va perdiendo cada vez más memoria a medida que avanza su edad. Por esa razón su hijo Hunter decide que, antes que meterlo en una residencia de ancianos, puede ser buena idea comprar un robot que pueda ayudar a que el día a día de Frank le permita llevar una pida lo más normalizada posible. El robot está programado con un fin: procurar crear una serie de hábitos que permitan que las pérdidas de memoria de Frank se agraven lo menos posible. Tras poco tiempo con él no tardan en comprobarse los indicios de mejoría, pero a la vez conlleva otros dilemas sobre los que habrá que responder en un futuro próximo:
1. La complejidad de las inteligencias artificiales puede llegar a generar empatía en las personas, hasta el punto de llegar a confundir los límites entre lo humano y lo androide. La parte positiva es que, por ejemplo para los casos como el de la película, donde parte fundamental de la labor es la compañía que se le da, se puede aspirar a eliminar el sentimiento de soledad. Así mismo, la conciencia de que ese efecto procede de un ente artificial puede provocar no poca polémica: la posibilidad de un mundo donde las personas no necesiten interrelacionarse con otras personas y tengan suficiente con vivir rodeado de elementos artificiales.
2. ¿Hasta dónde puede llegar a intervenir un robot? Como comentamos, el robot de Frank tiene como único fin hacer que la vida de éste sea lo más saludable posible. Eso implica que incluso aquellos aspectos que tienen implicaciones éticas o legales evidentes no conllevan intervención alguna por parte del robot. Al contrario, siempre que éstas favorezcan el fin principal por el que funciona, el robot presenta el apoyo correspondiente. Ello plantea el dilema sobre qué limitaciones deben ponerse al uso del robot ¿Se les deberá preparar para que limiten al usuario ante cualquier intento de infringir una norma, o debe respetarse la potencia de la inteligencia artificial para hacerla más útil, aún a costa del riesgo de que se pueda utilizar para fines delictivos?
En definitiva, se trata de dilemas que tenemos en el presente sobre el uso de ciertas aplicaciones en la red que facilitan una navegación [un poco] más anónima y que por sí mismas no constituyen un delito, pero sobre las que pesa una sombra de sospecha por resultar facilitadores del mismo. Un debate donde todavía existen muchas aristas que deben consensuarse.