Uno de los aspectos en los que insisto a menudo es en lo difícil que es revertir una dinámica antisocial cuando es ampliamente apoyada por el equipo de trabajo. Optes por la medida que optes, la inversión a realizar para combatir dicha conducta será siempre más elevada que la que debería hacerse en el caso de que el cuidado de aspectos relativos al clima laboral fuera una prioridad en tu empresa.
Sin embargo, partiendo de un caso de ejemplo he elaborado un pequeño esquema de posibles medidas a tomar cuando una conducta dañina para la empresa se torna endémica.
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De las medidas propuestas anteriormente, la implementación de un código de conducta claro que regule este tipo de situaciones, así como la reunión con todos los agentes implicados en la situación (que suele ser casi todo el grupo) son las mejores opciones, acompañadas por medidas de control que se vayan aplicando gradualmente. Es decir, no puede adoptar medidas de vigilancia extremas porque eso generará el descontento entre tus empleados ante un cambio tan brusco en la forma de proceder. El despido tanto del empleado como del supervisor deben ser medidas tomadas como ultima ratio, incluso en un caso tan flagrante como es la sustracción de bienes de la empresa. Hay que entender que lo que se está atajando no es esa acción concreta sino una mala praxis que se ha extendido entre todos los trabajadores, por lo que el despido de una sola persona solo es funcional cuando el responsable directo de la situación es un cargo de responsabilidad. Aquí podríamos considerar que el liderazgo laissez-faire del supervisor facilita la situación, pero no se puede considerar como el detonante, por lo que el impacto de su despido, además de ser probablemente improcedente, sería mínimo.
Hay que entender que cada caso requiere de una combinación diferente de las medidas anteriores, y que casi siempre habrá que tomar alguna decisión que resulte incómoda.
